A Vivianne Thirion, maga ejemplar
“Ancho, alto y profundo es el reino de los cuentos de hadas, y lleno todo él de cosas diversas; hay allí toda suerte de bestias y pájaros; mares sin riberas e incontables estrellas; belleza que embelesa y un peligro siempre presente; la alegría, lo mismo que la tristeza, son afiladas como espadas.” (Tolkien, “Sobre los cuentos de hadas” 13)
La palabra tiene un “alma”, cada palabra, como una caja mágica, guarda una presencia de las cosas, los objetos o las personas, por lo menos así lo han pensado muchas personas en nuestro planeta. Las mismas personas que también han creído que al hablar transmitimos un poco de nuestra vida a la persona que nos escucha; como si con nuestra voz parte del hálito, del alma que da color a nuestra existencia, se pasara al prójimo. Otra creencia importantes es la de los nombres de las cosas que se convierten en las cosas mismas, así al nombrar, estamos realizando un conjuro o un llamado.
Los cuentos en el mundo han sido parte de toda esta concepción mágica de la existencia; de generación en generación han transmitido las costumbres, los sueños y las esperanzas de los pueblos, pero también sus temores. El narrador, el relator, el juglar, el cuentista pertenece al grupo de los “iniciados”, aquellos que ven en lo profundo, conocen y saben por lo que pueden orientar a sus pueblos, revelarles el “alma” de los seres, de los objetos o de la naturaleza. Son los creadores de los puentes entre este mundo y el mundo de la ficción.
Quien relata una historia es un ser humano que convoca la presencia de los seres diseñados por la imaginación y forja terrenos y mares paralelos cuyos puentes de acceso son las palabras. Por eso, los narradores orales tradicionales establecieron fórmulas de entrada para esos lugares peligrosos de fantasía, fórmulas como: “había una vez., en un lejano lugar…” “mucho antes que nosotros, en un país muy lejano…” “en los días de los gigantes” “hace varios miles de años…” (Gil 10) Estas frases o fórmulas con las que se inician muchos de los viejos cuentos buscan crear una barrera entre el tiempo y el espacio de los escuchas y el tiempo y el lugar de los hechos relatados. Ya que es aceptado que los umbrales creados con las palabras pueden facilitar el paso de los seres imaginarios al mundo real y viceversa.
Los narradores orales han estado muy conscientes de esta magia de la palabra, conocidos en muchas culturas como profetas o locos, su presencia en el mundo es una conexión con el misterio a través de los relatos míticos; un vínculo con nuestro pasado a través de las leyendas y un sostén para muchas de las tradiciones de los pueblos. Han sido todo eso y más, siempre más, porque en la actualidad sorprenden con su presencia en los barrios, en los colegios, en los teatros…
Los cuentos flotan en el aire y perturban la cálida mañana de un parque o el frío atardecer en una calle cualquiera. ¿Cómo nacen? Hay un rico y enorme material en la literatura escrita, todas y todos los narradores acudimos a este bagaje; también están los relatos de transmisión oral, los cuentos tradicionales anónimos que escuchamos y robamos impúdicamente para hacerlos nuestros. Pero hay otras historias que nacen de la inspiración del cuenta cuentos, que se instauran en el mundo de manera fugitiva, por unos momentos; ante un público que únicamente se llevará la impresión del efecto, quizá sólo una frase o una imagen, pero que ha sido testigo y cómplice del arte de quien se crece con la gente, con sus reacciones, con su manera de estar ahí, con él, lo que lo lleva a nuevas asociaciones, a renovadas búsquedas en su memoria, en la experiencia de vida, para desdibujar la realidad y crear otra con su propia verdad.
La magia de los cuentos está íntimamente unida al mundo de fantasía. Un relato asoma la cabeza. ¿A dónde irá? como el Conejo blanco de Alicia en el país de las maravillas nos está llamando, nos pide que sigamos la ruta interminable de la aventura sin fin de los cuentos.
Obras citadas:
Gil, Rodolfo. Los cuentos de hadas: historia mágica del hombre. Barcelona: Aula abierta Salvat, 1982.
Tolkien, J.R.R. “Sobre el cuento de hadas”. Arbol y hoja y el poema Mitopoeia. Intr. Christopher Tolkien. Barcelona: Minotauro, 1994.