Autora: Laura Guerrero Guadarrama
Ilustraciones: Gaby Quintanar, Miriam Rivera y Laura
A Toni Balquier, gran narrador de esta historia en XHTR: Radio Torreón. Gracias amigo. Programa Ganador del Diploma a la Calidad de la Producción: Al final del Arcoiris. Infantil. ULCRA 4. 1989.
Visualización Miriam Rivera
Una madrugada se oyó en la Selva la voz del más grande de los animales: el Señor Elefante, acababa de nacer su primogénito, un bebé encantador, sano y fuerte, pero… con un pequeño defecto ¡tenía la piel de color rosa!
Era el primer caso registrado en la región y llevó a Papá Elefante a suposiciones desesperadas. La mamá, más sorprendida que él, no hallaba la respuesta:
-Debieron ser las fresas que comí en la Primavera – dijo con timidez.
-¡Fresas!, ¡Mangos! –exclamó el papá muy molesto.
Mamá Elefante era muy dulce y buena, pero se sintió ofendida, por lo que decidió abandonar la selva. Caminó, caminó muchas horas, con su trompa empujaba al pequeño Rosado quien no entendía las prisas de su mamá; por fin, llegaron a los confines, Mamá volteó anhelando ver a su esposo, pero no había nadie y siguió adelante.
Rosado comenzó a correr, el llano era lindo, no le estorbaban los árboles. Muy cerca de ahí estaba una carpa de vivos colores: ¡un circo! Y a él se dirigieron, el dueño los recibió muy contento.
-¡Nos gustaría que se quedaran con nosotros! –dijo mientras movía rítmicamente su gran barriga- en un circo siempre hacen falta elefantes ¡sobre todo si son de color rosa!
Mamá comprendió que el mundo de los humanos era desconocido para ellos y decidió quedarse donde los iban a tratar bien.
Rosado excursionó todo el día, en cada rincón encontró una maravilla: la mujer barbada, el hombre más fuerte del mundo, los perros acróbatas, pero lo que más llamó su atención fue la estupenda banda de jazz: todos los músicos eran buenos y sacaban sonidos extraordinarios de sus instrumentos. Rosado se dejó llevar por el ritmo y sus patitas comenzaron a balancearse de un lado para el otro: ¡estaba bailando! Cuando la pieza terminó se oyeron grandes aplausos. Rosado había causado sensación, el dueño, quien además era el director de la banda, decidió incorporar al elefantito al show. Recorrieron muchos pueblos y ciudades, en todas partes fue un éxito.
Una tarde, cuando todos dormían la siesta, Rosado se acercó a los instrumentos, estaba muy nervioso ¡tenía tantas ganas de tocarlos! Primero probó con la corneta, sonaba así: tatatataaaa, tata-ta-ta-ta; luego con el piano: plin, plin, plinplin, plin plin plinplinplinplim; la guitarra: trin, trintran tra, tra, traaan; el clarinete era dulce: fiu, fiu, fififiii. Por fin llegó hasta la batería, los platillos. Ts, ts, pla, pla, el bombo: BOM Bom BOMBOM; las tarólas: tara para tara para ¡ERA SENSACIONAL!
BOM BOM BOM BomBom BOM BOM BOMBOM
BOM Bom BOM
-Me recuerda la selva –dijo- y a mi papá, sus pasos eran tan fuertes que hacían temblar la tierra.
Se puso feliz y tocó más fuerte, se veía entre los árboles, sacudiéndolos con su trompa, pisando la maleza, muchas veces había soñado que regresaba a su hogar, donde vivía el más enorme y fuerte de los animales: su papá.
De pronto se vio rodeado por todos los miembros del circo quienes le aplaudían a rabiar, él les hizo una reverencia y se puso muy colorado. Desde ese momento el número clave del circo fue:
“ROSADO, EL ELEFANTE BATERISTA Y SU BANDA DE JAZZ” así lo anunciaban los pregoneros y locutores de todas partes. Su fama recorrió todo el país y su mamá estaba muy orgullosa de él.
-¡Bieeen ¡–gritaba el dueño mientras tocaba el piano- ¡Somos los mejores!
Mientras tanto, en la selva, Papá Elefante vivía tristísimo, había buscado a su familia por todas partes, estaba muy arrepentido, los quería más que nunca. Ahora comprendía que a un hijo se le ama siempre, no importa el color que tenga, aunque fuera verde o morado, lo amaría. En medio del río de lanzaba sobre los lomos grandes chorros de agua para evitar que los otros animales lo vieran llorar. Así estaban las cosas cuando llegó el pájaro más cotorro y le gritó:
-¿Eh, señorrr, Señorrr Elefante, yo sé dónde está su esposa y su gracioso hijooo.
-¿Dónde? –Preguntó angustiado- ¡dilo pronto!
-Jarrr, debes seguirme, están con los hombres.
El Elefante se quedó pensativo, ya en una ocasión había caído en las manos de los monos desnudos, los hombres, y de sólo recordarlo le temblaban las piernas.
-¿Les han hecho daño?
-¡No, están bien, vamos!
Dominando sus temores caminó tras el ave, dispuesto a luchar, si era necesario; así pasaron varias horas.
Rosado estaba fuera de la tienda cuando escuchó un ruido ensordecedor: BOM, BOM, BOM BOM. Como un tambor enorme, ¡cuál no sería su sorpresa cuando vio venir hacia él al elefante salvaje más grande del mundo! Ya iba a salir corriendo cuando oyó que lo llamaba:
– ¡Rosado, hijo!
En ese instante lo reconoció, lleno de alegría, pronto se les reunió su mamá, estaban felices los tres, se hacían cariños y hablaban al mismo tiempo tratando de contar todas las cosas pasadas. El dueño del circo los vio y se conmovió profundamente.
-Me da gusto verlos otra vez reunidos, ahora los tres van a ser muy felices aquí.
Papá Elefante miró el lugar y se quedó preocupado, en eso se escuchó la voz firme de su hijo:
-¡No, quiero regresar a casa, he sido feliz aquí pero debo volver!
El dueño sonrió al escucharlo, sabía que no tenía derecho a retenerlos y los dejó partir.
Ahora, en la selva, por las tardes, se puede oír la ¡ESTUPENDA BANDA DE ROSADO!
FIN