Había una enorme papelería, con libros y juguetes, ahí vivía yo, literalmente, vivía, pasaba mis tardes y permanecía hasta muy entrada la noche entre cuadernos, lápices, libros para iluminar, un gato amarillo y muñecas de vinilo,entre otras muchas maravillas. Una de ellas, la más extraordinaria, era mi mamá, su cálida presencia se hacía sentir desde que subías el primer escalón de “Cuadernos mexicanos” (nombre mítico del lugar), ella era el alma, la vigilante y el corazón que te recibía con múltiples regalos para cada día: nuevos libros de la maravillosa editorial Sopena, más muñecas para recortar y guardar entre las páginas de los libros de texto (sobre todo el de Español), más historias de la gente que venía a platicar, más risas y, por supuesto, diversiones y chismes. He jugado al escondite, a la liga de detectives (a la que mi hermano Alfonso renunció porque olvidó la clave secreta para entrar al escondite y nosotros fuimos inflexibles). Jugamos con el mejor carro de baleros del mundo que nos construyó mi hermano Héctor y los golpes que recibíamos cuando había una vuelta pronunciada nos templaron el ánimo porque el llanto se convertía en risa, de miedo, sí, pero risa. No todo era diversión, trabajamos duro también, atendíamos la caja y teníamos que hacer cuentas, había que despachar mercancía, aprender precios y envolver para regalo, eso nunca fue mi fuerte, mi hermana Elia era la experta, la artífice, sus moños eran los más bellos del mundo.
Cuando cumplí siete años me diagnosticaron hepatitis, una enfermedad horrible y espantosa que tenía una sola ventaja, podía comer todos los dulces que quisiera y al Mercado de los Dulces fue mi papá para comprar los más divertidos y deliciosos que pudo encontrar, mi mamá los puso sobre una charola y mis hermanos desfilaron dóciles para tomar algunos. Justo ese año yo debía aprender a leer en la escuela, la profesora Clementina le advirtió a mi mamá que lo más seguro es que yo fuera a reprobar el año. Me llevaron los libros a casa y abrí el de Español, estaba decidido: yo iba a leer esa primera lección sobre una tienda con juguetes mexicanos, yo iba a saber qué decía esa página sobre los dos niños que la veían con ilusión y esperanza como yo, porque, como ellos, tenía una vida asomada a las vitrinas de Cuadernos mexicanos, imaginando mil cosas a partir de sus peluches, pelotas y coches de todos los tamaños. Y aprendí, encerrada dos meses en un cuarto, preguntando, necia, obstinada, aprendí a leer y fue el punto de partida para otros mundos, nuevos conocimientos, muchas aventuras. Estoy segura de que por eso amo la Literatura infantil y juvenil, porque deseo ser una de sus emisarias, tengo la certeza de que el juego y la lectura se hermanan, que uno y otra nos enriquecen y nos hacen la vida mucho más feliz.
Magnífico LAU..a qué hora haces todo esto?
Viví querida éste es mi espacio, aquí me divierto y pienso, aunque usted no lo crea, je, je. ¡Qué cosas! Un abrazo
Mi maestra de primero de primaria también fue Clementina, en la Gabino Barreda 41004, soledad esq Alhondiga. Ojalá sea la misma persona de quien hablamos. Quisiera saber algo más
Sería lindo saber qué fue de la maestra Clementina, tan buena persona.
Muy evocador relato, en la Calle de Soledad estuvo hasta hace casi diez años el consultorio de mi tío el Dr, Gregorio Benítez un médico muy bondadoso, un gran ser humano. Mi familia y yo vivíamos en la Santísima altos 212, Seguramente debemos haber coincidido más de una vez por esos inolvidables rumbos, mi madre era maestra y se llamaba Clementina trabajaba en la Abraham Castellanos, mi hermana y yo estudiamos en la Sara Manzano.
¡Guau, qué alegría! cómo era tu mamá, yo estudié en la escuela Gabino Barreda, estaba en la esquina con la Santísima, la profesora que menciono era delgada, castaña clara, de facciones finas y rostro amable, cabello castaño claro, era afectuosa, educada y muy buena conmigo, me enseñó buenos modales, pues yo era un poco tremenda, ya sabrás, con tres hermanos varones no queda otro remedio. ¿Llegaste a ir a las funciones dobles del Cine Soledad? ahí vi mi primera película de vampiros.
¡Que maravilla! Solo en este momento puedo decir gracias, pues mis ojitos se me llenaron de lagrimas, gracias y mucho éxito.
Querida Fridda, qué bueno que te gustó, me da mucha alegría. A ver si le cuentas el cuento que está en el blog a la Shiri, creo que le gustaría. Dile que luego voy a escribir uno que le dedicaré a ella.
Me encanta leer el principio de las lecturas de quienes, ahora mismo, son sus emisarios convencidos.
Lamento la hepatitis…¡De buena gana yo me pedía un sarampión que, finalmente, llegó para lo mismo! Pero mi abuelo me ayudó a desvelar lo básico para que yo le leyera ¡¡Cómo iba el Tour de Francia! Suerte, Laura y ¡¡muchos cuentos!!
¡Sí, bueno, las pruebas nos ayudan a crecer! la verdad es que fue una época que recuerdo con cariño, porque comencé a leer todo, ya sabes, TODO, y sobre todo porque mi mamá dejó de trabajar ese tiempo para cuidarme, ahí nos conocimos profundamente.
¡Me encanta, Laura! Y en la foto estás guapísima también. Sigue adelante que seguiremos leyendo con mucho gusto tu blog.
¡Muchas gracias amiga querida! Ha sido muuy divertido y hace tiempo que quería hacerlo. ¡Me encanta que lo hayas leído!
Felicidades, que disfrutes y disfrutemos mucho tu blog.
¡¡Genial, gracias por ayudarme!!